domingo, 13 de abril de 2014

Jaime Gil de Biedma







NOCHES DEL MES DE JUNIO

                                                         a luis cernuda

Alguna vez recuerdo
ciertas noches de junio de aquel año,
casi borrosas, de mi adolescencia
(era en mil novecientos me parece
cuarenta y nueve)
                          porque en ese mes
sentía siempre una inquietud, una angustia pequeña
lo mismo que el calor que empezaba,
                                                   nada más
que la especial sonoridad del aire
y una disposición vagamente afectiva.
eran las noches incurables
                                       y la calentura.

las altas horas de estudiante solo
y el libro intempestivo
junto al balcón abierto de par en par(la calle
recién regada desaparecía
abajo, entre el follaje iluminado)
sin un alma que llevar a la boca.

Cuántas veces me acuerdo
de vosotras, lejanas
noches del mes de junio, cuántas veces 
me saltaron las lágrimas, las lágrimas
por ser más que un hombre, cuánto quise 
morir
         o soñé con venderme al diablo,
que nunca me escuchó.
                                   Pero también
la vida nos sujeta porque precisamente
no es como la esperábamos.




ALBADA

Despiértate. La cama está más fría
y las sábanas sucias en el suelo.
Por los montantes de la galería
llega el amanecer,
con su color de abrigo de entretiempo
y liga de mujer.
Despiértate pensando vagamente

que el portero de noche os ha llamado.
Y escucha en el silencio: sucediéndose
hacia lo lejos, se oyen enronquecer
los tranvías que llevan al trabajo.
Es el amanecer.

Irán amontonándose las flores

cortadas, en los puestos de las Ramblas,
y silbarán los pájaros -cabrones-
desde los plátanos, mientras que ven volver
la negra humanidad que va a la cama
después de amanecer.

Acuérdate del cuarto en que has dormido.

Entierra la cabeza en las almohadas,
sintiendo aún la irritación y el frío
que da el amanecer
junto al cuerpo que tanto nos gustaba
en la noche de ayer,

y piensa en que debieses levantarte.

Piensa en la casa todavia oscura
donde entrarás para cambiar de traje,
y en la oficina, con sueño que vencer,
y en muchas otras cosas que se anuncian
desde el amanecer.

Aunque a tu lado escuches el susurro

de otra respiración. Aunque tú busques
el poco de calor entre sus muslos
medio dormido, que empieza a estremecer.
Aunque el amor no deje de ser dulce
hecho al amanecer.

-Junto al cuerpo que anoche me gustaba

tanto desnudo, déjame que encienda
la luz para besarte cara a cara,
en el amanecer.
Porque conozco el dia que me espera,
y no por el placer.







PANDÉMICA Y CELESTE

Imagínate que tu y yo
muy tarde ya en la noche
hablemos de hombre a hombre, finalmente.
Imagínatelo,
en una de esa noches memorables
de rara comunión, con la botella
media vacía, los ceniceros sucios,
y después de agotado el tema de la vida.
Que te voy a enseñar un corazón,
un corazón infiel,
desnudo de cintura para abajo,
hipócrita lector –mon semblable, -mon frère !

Porque no es la impaciencia del buscador de orgasmo
quien me tira del cuerpo hacia otros cuerpos
a ser posibles jóvenes:
yo persigo también el dulce amor,
el tierno amor para dormir al lado
y que alegre mi cama al despertarse,
cercano como un pájaro.
¡Si yo no puedo desnudarme nunca,
si jamás he podido entrar en unos brazos
sin sentir –aunque sea nada más que un momento-
igual deslumbramiento que a los veite años¡
Para saber de amor, para aprenderle,
haber estado sólo es necesario.

Y es necesario en cuatrocientas noches
-con cuatrocientos cuerpos diferentes-
haber hecho el amor. Que sus misterios,
como dijo el poeta, son del alma,
pero un cuerpo es el libro en que se leen.

Y por eso me alegro de haberme revolcado
sobre la arena gruesa, los dos medio vestidos,
mientras buscaba ese tendón del hombro.
Me conmueve el recuerdo de tantas ocaciones...
Aquella carretera de montaña
y los bien empleados abrazos furtivos
y el instante indefenso, de pie, tras el frenazo,
pegados a la tapia, cegados por las luces.
O aquel atardecer cerca del río
desnudos y riéndonos, de yedras coronados.
O aquel portal en Roma –en vía del Babuino.
Y recuerdos de caras y ciudades
apenas conocidas, de cuerpos entrevistos,
de escaleras sin luz, de camarotes,
de bares, de pasajes desiertos, de prostíbulos,
y de infinitas casetas de baños,
de fosos de un castillo.
Recuerdos de vosotras, sobre todo,
oh noches en hoteles de una noche,
definitivas noches en pensiones sórdidas,
en cuartos recién fríos,
noches que devolvéis a vuestros huéspedes
un olvidado sabor a sí mismos!
La historia en cuerpo y alma, como una imagen rota,
de la langueur goûtée à ce mal d’être deux.
Sin despreciar
-alegres como fiesta entre semana- 

las experiencias de promiscuidad.

Aunque sepa que nada me valdrían
trabajos de amor dispersos
si no existiese el verdadero amor.
Mi amor,
íntegra imagen de mi vida,
sol de las noches mismas que le robo.

Su juventud, la mía,
-música de mi fondo-
sonríe aún en la imprecisa gracia
de cada cuerpo joven,
en cada encuentro anónimo
iluminándolo. Dándole un alma.
Y no hay muslos hermosos
que no me hagan pensar e sus hermosos muslos
cuando nos conocimos, antes de ir a la cama.
Ni pasión de una noche de dormida
que pueda compararla
con la pasión que da el conocimiento,
los años de experiencia
de nuestro amor.
Porque en amor también
es importante el tiempo,
y dulce, de algún modo,
verificar con mano melancólica
su perceptible paso por un cuerpo
-mientras que basta un gesto familiar
en los labios,
o la ligera palpitación de un miembro,
para hacerme sentir la maravilla
de aquella gracia antigua,
fugaz como un reflejo.

Sobre su piel borrosa,
cuando pasen más años y al final estemos,
quiero aplastar los labios invocando
la imagen de su cuerpo
y de todos los cuerpos que una vez amé
aunque fuese un instante, deshechos por el tiempo.
Para pedir la fuerza de poder vivir
sin belleza, sin fuerza y sin deseo,
mientras seguimos junto
hasta morir en paz, los dos,
como dicen que mueren los que han amado mucho.

Jaime Gil de Biedma




La obra poética de Jaime Gil de Biedma se caracteriza por su realismo y su tono irónico, así como su discreción. Lo homoerótico es un tema recurrente, pero suele estar tratado de forma ambigua y velada. Según se ha conocido por la publicación de su correspondencia, evitaba conscientemente la apología de la homosexualidad y, salvo Cavafis y Luis Cernuda, desconfiaba de la poesía abiertamente homosexual. Así, en una carta al editor Dionisio Cañas, declaró: “El autor [gay], y el lector con él, parecen poner más atención en el sexo de la persona amada o deseada que en el amor y el deseo.
Mucho más explícitos que su poesía son los diarios de Gil de Biedma, que en vida del autor se editaron con cortes en los pasajes más escabrosos y sólo fueron publicados íntegramente tras su muerte.

http://es.wikipedia.org/wiki/Literatura_homosexual_en_Espa%C3%B1a 





Delicioso librito de Luis Antonio de Villena: Retratos (con flash) de Jaime Gil de Biedma). A propósito de este poeta, contaré cómo supe su homosexualidad. Tiene su encanto, porque surgió de la lectura, espontáneamente. Yo había leído ya a mucho a Gil de Biedma, en aquella coqueta antología de Alianza, dando siempre por hecho que cuando hablaba de amor y erotismo se refería a mujeres. Era la lectura normal, por inercia. Y era ésa justamente, como dice Luis Antonio de Villena en su librito, y como decía también Dalmau en su biografía, la que pretendía el poeta que hicieran los no avisados. Pero Gil de Biedma disponía los elementos con mucha elegancia y sin traicionarse (con un poco de astucia, pero sin engaño): lo contrario de lo que hizo Aleixandre con su patético empleo del femenino (que ha corroído, a mi juicio, su obra; aunque la cobardía de Aleixandre mantiene una función poética: nos sirve para admirar más la valentía de Cernuda). Gil de Biedma no utiliza femeninos, sino expresiones ambiguas como "cuerpo", etcétera (esto lo señala Villena en sus Retratos). Cuando utiliza el femenino, lo hace lícitamente: dice "loca" o "¡si no fueses tan puta!", que en su tiempo no tenían una connotación tan declarada como hoy, pero resultaban inequívocas en el guetto gay. Cuando yo era adolescente no tenía elementos para entendertales guiños, y esos femeninos, tomados al pie, junto con la mención de los famosos "pechitos de manzana" de Joaquina, me hicieron dar por hecho que sus poemas eran heterosexuales. Pronto me aficioné a otros poetas que sí eran explícitamente gays, como Cavafis, Cernuda o el propio Villena. En la poesía de éste, por cierto, puede decirse que tomé consciencia de los placeres del verano (el sol, el mar, la piel indolente): unos placeres demasiado usuales en un malagueño como para haberme parado alguna vez aconsiderarlos. El caso es que ya me había habituado a leer poemas sobre muchachitos, cuando volví a Gil de Biedma, sin sospechar aún que era homosexual. El descubrimiento se produjo con "Peeping Tom":

PEEPING TOM

Ojos de solitario, muchachito atónito
que sorprendí mirándonos
en aquel pinarcillo, junto a la Facultad de Letras,
hace más de once años,

al ir a separarme,
todavía atontado de saliva y de arena,
después de revolcarnos los dos medio vestidos,
felices como bestias.

Tu recuerdo, es curioso
con qué reconcentrada intensidad de símbolo,
va unido a aquella historia,
mi primera experiencia de amor correspondido.

A veces me pregunto qué habrá sido de ti.
Y si ahora en tus noches junto a un cuerpo
vuelve la vieja escena
y todavía espías nuestros besos.

Así me vuelve a mí desde el pasado,
como un grito inconexo,
la imagen de tus ojos. Expresión
de mi propio deseo.

Este poema ya lo había leído yo innumerables veces, imaginándome siempre el revolcón con una chica. Pero en aquella ocasión, de pronto, vi que era con otro chico. No sé qué provocó esa iluminación: quizá la palabra "muchachito" me predispuso inconscientemente para el hallazgo; quizá el aire furtivo de la escena; quizá la rareza de la palabra "cuerpo"; o (volviendo al primer verso) le hecho de que el tal muchachito estuviese atónito. El caso es que me asaltó de golpe la verdad. Recuerdo mi estupor, entre morboso e incrédulo. Y lo más bonito: de pronto me sentí observado también por el muchachito atónito. Sí, el poema secompletó milagrosamente: ese mismo muchachito que ha contemplado la escena, me ha cazado también en mi descubrimiento. Fue una sorpresa sobre la sorpresa. Me sentía impune en mi espionaje escabroso de la homosexualidad del poeta recién desvelada, cuando vi que el muchachito me estaba mirando a mí también, desde el poema.

José Antonio Montano, “Muchachito atónito” in El aprendiz al sol, 29-12-2007.

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